and through the smokescreen of the crowed restaurants;

Era una noche estrellada, al menos, en algún lugar del mundo lo era.

Es curiosa esta forma que tiene el universo de juntarnos y separarnos a su antojo, siendo inexorable su fuerza y su firmeza. Es curiosa la impotencia que puede sentir uno si se para a pensarlo detenidamente.
Supongo que esa es una de las razones por las que la gente prefiere no pensar mucho las cosas. Por eso, en ciertos momentos de la vida, no quieres pensar en el futuro, ni en las consecuencias ni en qué pasará ni en qué hubiese pasado.

Y otro trago de cerveza.

Me preguntaba si podría encontrar continentes en la espuma de ésta o si eso sólo funcionaba en el café. Podrían ser las seis de la mañana y yo seguiría sin saber si aquel día era lunes o domingo. Hay veces que el tiempo pasa muy despacio y lo único que quieres es que el mundo haya cambiado a la mañana siguiente. También, en ocasiones, desearías parar el reloj de un  puñetazo. Volar unos segundos en un limbo temporal, cómo si ese tiempo no contase y todo lo vivido se quedase ahí, cómo si nadie pudiese recriminarte nunca esos segundos, ni tampoco quitártelos. Unos segundos vividos, pero a la vez no. Cómo esa sensación que tienes mientras te lees un buen libro, que sientes que puedes volar mientras rozas las nubes con los dedos, que te bebes una copa de vino y te comes un trozo de queso a los pies de la Torre Eiffel, que viajas a Marte en un transbordador espacial o que navegas por las callejuelas de Venecia. A veces sólo necesito eso. Unos segundos que no cuenten, unos segundos aparte.

Otro trago.

Igual ese es el problema que hay ahora, que no tenemos nada que no cuente. Cada paso, cada marca, cada mirada. Todo cuenta, todo suma y todo resta. Todo nos viene grande y a la vez, se nos hace pequeño. Necesitamos expandir horizontes y a la vez nos aterra hacerlo. ¿Por qué tenemos tanto miedo a cambiar? A los cambios en general. Por qué será que preferimos estancarnos que arriesgarnos, por qué lo desconocido nos asusta, por qué lo nuevo nos llega a hacer tiritar... ¿Por qué incluso lo que ya conocemos, cuando vuelve, nos pone el mundo patas arriba?

Creo que voy a dejar de beber cerveza.

Mientras miro por la ventana, pienso en las estrellas. Sé que no las veo desde aquí, pero eso no implica que no estén. Hace tiempo leí que muchas de las estrellas que vemos llevan años muertas, pero su luz es tan fuerte que aún hoy, quieren hacerse recordar. No sé por qué, me recordó a Mik Everett cuando dijo que si un escritor se enamora de ti, no morirás nunca. Las estrellas que siguen ahí, ¿es por qué alguien las miró lo suficiente cómo para enamorarse y escribir de ellas? ¿o simplemente se escribieron ellas solas?
Quién se supone que decide lo que es eterno y lo que no, lo que brilla y lo que oscurece, lo que comienza y lo que termina.

Si para hacer eso, hay que ser escritor, yo me convertiría en uno. Escribiría sobre verdes campos y lagos translúcidos; escribiría sobre ciudades cosmopolitas y sobre entornos futuristas. Crearía y desharía a mi antojo. Crearía minutos, crearía historias. Le daría unos segundos extras a mis personajes, de esos que no cuentan. Pongamos... pongamos que creo a dos personajes a las afueras de un bar. Pongamos que hace frío, el suficiente como para que no importe estar pegados. Pongamos que por dentro, cada uno tiene una tormenta. Un aluvión de situaciones que pasan de forma acelerada por sus cabezas, como los edificios a través de las ventanas de los taxis. Pongamos que es tarde, y que el tiempo pasa. Pongamos que se van.. o, por qué no, pongamos que se quedan. En ese instante, les dejamos unos segundos, unos de esos que no cuentan. Pueden chillar, saltar, besarse u odiarse si así lo prefieren.
Pongamos que se besan. Pongamos que desnudan sus mentes, que se abren, que se cuentan su historia. Pongamos que ríen y lloran, que se miran los labios de cerca, pongamos que cuánto más se acercan, más se aleja todo lo demás.

Pongamos que me convierto en escritor. Esa noche llovería, porque siempre he pensado que pocas cosas hay más bonitas que un beso bajo las nubes cargadas. Y estarían andando, sin más. Echarían a andar sin saber ni a dónde ni por qué. Sus dedos se entrelazarían y sus lenguas, también. Entrarían en algún edificio abierto y se subirían hasta la azotea. Allí, lejos de todo, nada contaría. Todo sería magia y luz. Y podrían charlar durante horas, hasta que amaneciese. O bailar, si así lo prefiriesen. Podrían besarse... o podrían escribir.

Y me preguntó yo, si ellos pudiesen escribir, ¿a qué salvarían de morir en su historia?




A rush,
a glance,
a touch,
a dance.

Look in somebody's eyes
to light up the skies
to open the world and send it reeling;
a voice that says I'll be here and you'll be alright.

I don't care if I know
just where I will go
'cause all that I need is this crazy feeling
a rat-tat-tat in my heart...

Think I want it to stay.

Comentarios

Entradas populares